CUIDAR DE TI, CUIDAR DEL MUNDO: RITUALES DIARIOS DE CONEXIÓN

Hoy en día vivimos rodeados de una avalancha de información. Cuando decidimos empezar de cero y adoptar hábitos saludables, muchas veces nos lanzamos a investigar y terminamos más confundidos que al inicio. Queremos hacer lo mejor, pero tanta teoría nos abruma y nos aleja de lo esencial.

Por eso, antes de elegir cualquier nuevo hábito, mi invitación es sencilla: conéctate contigo mismo. Piensa en ese hábito que te gustaría incorporar y siéntelo en el cuerpo. Pregúntate si resuena contigo, si se siente bien, si es realista según tu momento de vida. Ser honesto contigo mismo es el primer paso para que realmente funcione. No necesitas grandes gestos que todo el mundo vea ni demostrar nada a nadie. Lo importante eres tú, tu bienestar y tu coherencia interna. Aunque el cambio parezca pequeño, tendrá un impacto profundo a largo plazo. Cada vez que compruebes que eres capaz de cumplir con un hábito, te será más fácil añadir otro o ampliar el que ya practicas.

Y para que este camino sea más sencillo, aquí tienes una lista de sugerencias fáciles, que no requieren un gran esfuerzo físico, mental o emocional. La idea es empezar con pasos básicos que te acerquen a cuidar de ti y, al mismo tiempo, del mundo:

 

  1. Alimentación más consciente
    Sustituye, siempre que puedas, frutas y verduras de supermercado por alimentos ecológicos, libres de pesticidas y químicos. Los productos convencionales suelen contener sustancias que actúan como disruptores endocrinos que afectan a nuestras hormonas, entre otras consecuencias que pueden afectar negativamente al funcionamiento general del cuerpo. También es recomendable elegir carne de animales criados en pasto, libres de hormonas y antibióticos, que hayan tenido una vida digna. No se trata solo de cuidar tu cuerpo, sino de apoyar prácticas más respetuosas con la naturaleza y los animales.
  2. Cosmética natural
    Nuestra piel absorbe casi todo lo que ponemos sobre ella. Muchos productos de supermercado y farmacia, aunque estén homologados, contienen ingredientes acumulativos que pueden impactar en nuestra salud con el tiempo. Una buena práctica es revisar las etiquetas e ir aprendiendo qué ingredientes evitar. Yo suelo guiarme por una lista muy sencilla, pero cada vez la necesito menos, porque he reducido mis productos a lo básico: aceite de coco, de almendra, sebo de vaca, entre otros. Cuanto más simple y natural, mejor.
  3. Productos de limpieza eco-friendly
    Los productos convencionales de limpieza suelen ser muy agresivos y cargados de químicos. Hoy existen alternativas igual de eficaces, pero mucho más respetuosas con tu hogar y con el planeta. Algunas marcas que puedes probar son Ecover o Naturlim. Con un pequeño cambio en este ámbito, reduces tóxicos en tu día a día y contribuyes a un entorno más limpio y sano.
  4. Ropa con fibras naturales
    La ropa también forma parte de tu cuidado personal. En los últimos años, el uso de fibras sintéticas se ha multiplicado, lo que no solo afecta al medio ambiente sino también a nuestra salud. Intenta priorizar fibras naturales como algodón, lino o lana. Además, presta atención a los tintes: la mayoría son químicos que, aunque autorizados, se acumulan en la piel, nuestro órgano más grande y, muchas veces, el más olvidado. Encontrar ropa con tintes naturales no siempre es fácil, pero ya existen marcas y proyectos que lo están intentando. En nuestro caso, incluso los bordados los trabajamos con tintes naturales o, más bien, utilizamos el color neutro, porque todavía no siempre se ofrecen alternativas en el mercado.

Estos cambios, aunque parezcan simples, tienen un gran poder. Al integrarlos poco a poco en tu rutina, empezarás a notar mejoras en tu cuerpo y en tu energía. Y lo más bonito es que, al sentirte mejor, te apetecerá seguir sumando nuevos hábitos de manera orgánica (nunca mejor dicho).

En próximas entradas compartiremos otras prácticas que pueden requerir un poco más de compromiso físico, mental o emocional, pero que también aportan enormes beneficios. Algunos ejemplos: introducir pequeños rituales antinflamatorios, usar aceites esenciales, beber agua filtrada en lugar de embotellada o reducir los ultraprocesados. La clave siempre será simplificar y aprender a escuchar tu cuerpo.

No todos los hábitos funcionan igual para todos. Lo que a mí me ayuda puede que a ti no te encaje, y no pasa nada. Lo importante es que cada paso que des te aporte paz, no estrés. Si un hábito te genera incomodidad o te obliga a forzarte en exceso, no es el camino adecuado para ti en este momento.

Recuerda: cuidar de ti también es cuidar del mundo. Y cuando lo haces desde un lugar de calma y coherencia, los cambios se convierten en un estilo de vida que fluye, sin culpa y con mucha más autenticidad.

 

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